Fulgencio Martínez FULGENCIO MARTINEZ PARTICIPÓ EN EL CICLO "HOMENAJE A MIGUEL HERNÁNDEZ", QUE SE VIENE CELEBRANDO EN EL CASINO DE ALCANTARILLA DESDE EL PASADO 2 DE DICIEMBRE.
Para Fulgencio Martínez, Miguel Hernández es el primero en hacer poesía social, en plena Guerra Civil. Incluso lo considera uno de los primeros poetas comprometidos de Europa, tras el que vendrían “muchos otros”. Ahora mismo hay, según el escritor murciano, un renacer de la poesía social, “cada vez más próxima a los problemas actuales”.
Es lo que Fulgencio Martínez denomina “poesía cívica, comprometida con los derechos humanos y los valores del planeta”, y de la que él mismo es autor. Sin embargo, no es ésa la imagen que el lector común tiene de la poesía. Lejos de entenderla como un arma reivindicativa, “todavía son muchos quienes creen que los poemas son una sucesión de versos románticos”. Y es que, para Fulgencio Martínez, la explicación a esta concepción popular de la poesía es resultado del romanticismo del siglo XIX, que era la literatura que durante años llegó a la sociedad española.
Sólo con la llegada de la II República, y gracias a escritores como Miguel Hernández, Machado o Rafael Alberti, la poesía española se acerca a la realidad de las calles y sus problemas, incide Martínez.
“La poesía debe transmitir esperanza porque la esperanza es revolucionaria y cambia el mundo”, afirma convencido, antes de apuntar que la poesía hernandiana es “un ejemplo único de la literatura española del siglo XX”. Esto se debe a que Miguel Hernández “no dirige su prosa a un lector sociológicamente burgués, que entiende la literatura como un arte estético. Él se dirige a un lector –subraya– que busca su emancipación a través de la toma de conciencia sobre el momento en el que vive”.
Fulgencio Martínez está convencido de que los actos de reivindicación del poeta oriolano, celebrados con motivo del centenario de su nacimiento, eran necesarios. El ‘poeta del pueblo’, como se conoce a Miguel Hernández, ya era reconocido desde la llegada de la Democracia. Sin embargo, los prejuicios en torno a su figura, como no estar a la altura de la generación del 27, llevaron a que lo consideraran como ‘el poeta-pastor’ o ‘poeta cabrero’. Es cierto que, para el público, tal y como incide Martínez, el oriolano era alguien conocido “porque lo cantaba Serrat, se leía Nanas de la cebolla”. Esto “quizás fuera bueno para la plebe”, indica, como reconocieron conocidos poetas para un artículo sobre la figura de Miguel que redactó para su revista literaria. En ese trabajo se puede ver cómo hubo poetas españoles que nunca lo consideraron de su nivel.
Martínez también rechaza la visión política que muchos tienen del poeta. “Miguel Hernández escribió prosa, teatro y poesía. En un periodo de 10 años, creó 6 ó 7 libros y cada uno de ellos es distinto. Desde poesía gongoriana (barroca) a religiosa y romántica.” Y, por supuesto, la conocida poesía social y humanista que concibió en las trincheras, durante la Guerra Civil, o ya en la cárcel. Por esto, según Fulgencio Martínez, “cada lector puede identificarse con un aspecto de su poesía”. Para disfrutar de la poesía de Hernández, sólo es necesario que el lector sea “un amante del ser humano”, asegura Fulgencio Martínez.
Es lo que Fulgencio Martínez denomina “poesía cívica, comprometida con los derechos humanos y los valores del planeta”, y de la que él mismo es autor. Sin embargo, no es ésa la imagen que el lector común tiene de la poesía. Lejos de entenderla como un arma reivindicativa, “todavía son muchos quienes creen que los poemas son una sucesión de versos románticos”. Y es que, para Fulgencio Martínez, la explicación a esta concepción popular de la poesía es resultado del romanticismo del siglo XIX, que era la literatura que durante años llegó a la sociedad española.
Sólo con la llegada de la II República, y gracias a escritores como Miguel Hernández, Machado o Rafael Alberti, la poesía española se acerca a la realidad de las calles y sus problemas, incide Martínez.
“La poesía debe transmitir esperanza porque la esperanza es revolucionaria y cambia el mundo”, afirma convencido, antes de apuntar que la poesía hernandiana es “un ejemplo único de la literatura española del siglo XX”. Esto se debe a que Miguel Hernández “no dirige su prosa a un lector sociológicamente burgués, que entiende la literatura como un arte estético. Él se dirige a un lector –subraya– que busca su emancipación a través de la toma de conciencia sobre el momento en el que vive”.
Fulgencio Martínez está convencido de que los actos de reivindicación del poeta oriolano, celebrados con motivo del centenario de su nacimiento, eran necesarios. El ‘poeta del pueblo’, como se conoce a Miguel Hernández, ya era reconocido desde la llegada de la Democracia. Sin embargo, los prejuicios en torno a su figura, como no estar a la altura de la generación del 27, llevaron a que lo consideraran como ‘el poeta-pastor’ o ‘poeta cabrero’. Es cierto que, para el público, tal y como incide Martínez, el oriolano era alguien conocido “porque lo cantaba Serrat, se leía Nanas de la cebolla”. Esto “quizás fuera bueno para la plebe”, indica, como reconocieron conocidos poetas para un artículo sobre la figura de Miguel que redactó para su revista literaria. En ese trabajo se puede ver cómo hubo poetas españoles que nunca lo consideraron de su nivel.
Martínez también rechaza la visión política que muchos tienen del poeta. “Miguel Hernández escribió prosa, teatro y poesía. En un periodo de 10 años, creó 6 ó 7 libros y cada uno de ellos es distinto. Desde poesía gongoriana (barroca) a religiosa y romántica.” Y, por supuesto, la conocida poesía social y humanista que concibió en las trincheras, durante la Guerra Civil, o ya en la cárcel. Por esto, según Fulgencio Martínez, “cada lector puede identificarse con un aspecto de su poesía”. Para disfrutar de la poesía de Hernández, sólo es necesario que el lector sea “un amante del ser humano”, asegura Fulgencio Martínez.
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